UN VUELTO LARGO

El Mundo Al Vuelo (reencauchado... un poco más detallado -y menos aburrido-). Tailandia, Laos, Vietnam, Camboya, Singapur, España (oops, una de estas cosas, no es como las otras)

04 julio 2006

Güiquend en Laos


Finalmente viajé a Laos por algunos días, no por turismo, ni por alejarme de esta ciudad tan agitada y de mi vida laboral tan estresante, mi marido, mis hijos; sino para renovar mi visa. No viajo por gusto, me toca hacerlo. Pero bueno, la vida no siempre es fácil.

Llegué a Vientiane el domingo (la capital de Laos) hace una semana, después de una noche en tren. En el trayecto me llamó la atención una parejita: un extranjero (alemán) y adivinen... sí, una tailandesa, para variar. Aunque lo veo muy seguido, cuando tengo una pareja de estas cerca, trato de entender por qué están juntos. Hay muchas razones obvias: sexo, compañía... sexo, compañía... y no encuentro muchas más. Este era un alemán lindo, de unos 30 años y ella tendría veintialgo. Se veían muy enamorados; él le hablaba muy tiernamente, explicándole las cosas muy despacio, pero no por la barrera del idioma, sino como si fuera una niña pequeña: “Tú tienes la silla 35 y yo la 33, tú duermes acá arriba y yo en esta cama al frente tuyo” y eso lo repitió como tres veces, muy despacio.

Y antes de ir a dormir, seguían hablando y hablando; bueno, él hablaba y hablaba mientrás que ella lo escuchaba y asentía, mirándolo con cara de enamorada. Y él siempre con actitud protectora. ¿Será que es eso lo que ellos buscan: sentirse protectores y sólo alguien que los escuche? ¿No necesitan interacción y una conversación interesante como estamos convencidas? Y desde que he estado viendo de nuevo toda la serie de Sex and the City vienen a mi más y más preguntas tratando de entender a los hombres... o ¿será la crisis de los treinta y pico? Ni idea.

Llegué a Vientiane y empecé a enfrentar de nuevo “el poder de Ariel”: el efecto de la blancura. Por ser blanca, al igual que en India y Tailandia (más en Laos) todo se valoriza; es decir, cualquier cosa que para los locales sea a 10, para un blanco puede llegar a subir a 100 y si se tiene buena capacidad de negociación, se puede reducir a 50. Logré pagar en un tuk-tuk (rickshaw, oto, vehículo de transporte público de tres ruedas) 30 baht (7.500 kip, la moneda de Laos) por un trayecto que debería costar 15, muy buen negocio. Al día siguiente cuando iba hacia la embajada, me querían cobrar 60.000 kip (240 baht) ida y regreso, por un trayecto que costaría 50 baht. Ni les discutí, ni traté de negociar, sino preferí caminar hacia un lugar menos turístico. Después de caminar como 7 cuadras, finalmente conseguí uno que me llevaba por 40, pero sólo de ida (un trayecto que costaría 30, siendo generosos). Llegué a la embajada, le pagué y empezó a llover (no porque le pagué sino porque es época de lluvias). Y cuando le dije al portero que venía a pedir visa, me mostró un mapa en donde señalaba el consulado de Tailandia y no era en el mismo lugar sino en una calle paralela. Cuando el chofer del tuk-tuk vio esto y le señalé para que mirara en dónde, sólo me dijo 5.000 kip (por un trayecto de 2.000); yo le pregunté dónde era y me respondía 5.000 kip. Me fui alterando (y esto no es por venir de un país violento –como dice la prensa- sino son rezagos de mi experiencia en India) y él seguía respondiendo: 5.000 kip. Así que llena de orgullo empecé a caminar dejándolo solo. Llena de orgullo, llena de rabia y poco a poco llena de agua, porque la cantidad de lluvia parecía aumentar directamente proporcional al aumento de mi rabia. Al seguir caminando e ir descubriendo que no habían calles intermedias que me comunicaran con el consulado, sino que tenía que dar una vuelta larga, me fui calmando y disfrutando la lluvia. Hasta empecé a cantar. Pasó la lluvia, me fui secando y finalmente llegué a la embajada a pedir mi visa sin problemas: acá no importa si uno está mojado, seco, feo o bonito; para para pedir una visa solamente se llena el formulario, se pega la linda foto y se paga. No importa si es americano, colombiano o indio, sin estractos bancarios, pruebas de que es dueño de una casa y tiene trabajo fijo, etc.

Allá me encontré con una señora americana que conocí en el tren, Rita, y el resto del día fue muy estresante: fuimos a almorzar, luego a tomar café, después por un masaje, luego me despedí porque necesitaba urgentemente una siesta (ya eran las 4 de la tarde) y después me desperté para ir a ver el atardecer al lado del río.

Al día siguiente tenía que recoger la visa y decidí irme temprano para no tener que pasar lo mismo del día anterior, no significa que al salir temprano me fueran a cobrar más barato o no me fuera alterar, simplemente me fui caminando hasta el consulado, pero ya iba preparada sicológicamente para eso. Me encontré con Rita de nuevo, fuimos a almorzar (caminando) y luego me acompañó a tomar el bus para irme de Laos.

La vez pasada tomé un tuk-tuk para ir hasta la frontera de Laos, de la frontera de Laos a la de Tailandia tomé un minibus, de allí a la estación de buses tomé otro bus y luego caminé hasta la estación de trenes. En esta ocasión preferí tomar el bus internacional, que es mucho más barato y no hay que hacer tantos cambios: en cada frontera el bus espera mientras que todos los pasajeros presentan papeles y luego cruza. Al llegar a Nong Kai(la ciudad tailandesa fronteriza) debía coger un tuk-tuk hasta la estación de trenes, compartí este con varios viajeros (backpackers, mochileros) de diferentes países. Como todos veníamos hacia Bangkok, fuimos a comer juntos cerca de la estación. Fue muy agradable ver como esta gente estaba interesada en preguntarme acerca del conflicto, de cómo era Colombia y a duras penas se mencionó el tema de las drogas o por lo menos no hicieron los típicos chistes que ya no son chistosos. Luego, ya en el tren, ellos estaban en un vagón y yo en otro diferente, pero se estuvieron en el mío hasta muy tarde, hablando y tomando cerveza (yo no tomé mami, sólo ellos). Conocer este tipo de gente me llena de energía, muchos de ellos han tomado un año para viajar por gran parte del mundo, otros algunos meses y, generalmente, es muy agradable hablar con ellos, se aprende algo nuevo, se obtiene información de muchos lugares, se empiezan a crear en mi cabeza posibilidades que no había contemplado antes. Ese tipo de cosas hacen que a pesar de estar viviendo en este país, me sienta como en vacaciones permanentes, ese tipo de cosas hacen que mi vida no sea monótona y me hacen valorar lo que estoy experimentando.

1 Comentario(s):

  • At 5:56 a. m., Anonymous Anónimo said…

    Que chimba Rubby, me alegro mucho.

    Y si, que stress!!!

     

Publicar un comentario

<< Inicio