UN VUELTO LARGO

El Mundo Al Vuelo (reencauchado... un poco más detallado -y menos aburrido-). Tailandia, Laos, Vietnam, Camboya, Singapur, España (oops, una de estas cosas, no es como las otras)

15 julio 2007

Descubriendo Tailandia: Khon Kaen, Parte I

A finales de Junio viajé a Khon Kaen, una ciudad en el nororiente de Tailandia. Debía ir a inspeccionar varios lugares de la zona para un programa que estoy preparando para un grupo que viene en septiembre, pero además iba invitada por Kob, una de mis compañeras de oficina, que es de esa ciudad y ese fin de semana era el aniversario de la muerte de su abuela.

Día 1

Llegamos a las 6:30 de la mañana después de un recorrido de casi siete horas en bus, en las cuales fue casi imposible dormir. Al llegar a la casa, a través de una calle pequeña, llena de barro porque estaban cambiando tuberías, entramos por la puerta de la cocina, en donde estaban reunidos varios miembros de la familia, bastante atareados, preparando comida. Para esta celebración, la familia le ofrecería un almuerzo a los monjes del templo en donde se encuentran las cenizas de la abuelita.Fui presentada a la mamá, Sim, y a la tía (la dueña de la casa en la que estábamos), Laa, que se encontraban al lado de la estufa y el lavaplatos, respectivamente, y después a los demás miembros de la familia que se encontraban en el suelo: el tío político (esposo de otra tía que no se encontraba en el lugar), Apple; otra tía y dos primas (no recuerdo los nombres). Los que estaban en el suelo estaban limpiando y escogiendo hojas, cortanto tuberculos y alistando muchos ingredientes que nunca había visto, Apple estaba limpiando y cortando la carne (hasta dejarla más pequeña que si fuera molida); mientrás Sim y Laa iban preparando los alimentos en ollas gigantes. Parecía comida para un batallón, lo que tuvo sentido cuando me dijeron que no era únicamente para los veinte monjes que vivían en el monasterio, sino también para los cien huerfanos, entre los cinco y quince años, que viven con ellos. Desde que llegamos nos sentamos a ayudar, como no entendía nada de lo que decían, simplemente me limité a imitar lo que hacían y tratar de colaborar en lo que pudiera, pelé y corté melones para el postre y escogí hojas, no sé para cual de las preparaciones que probaría ese día.

Escuchaba en el fondo música tailandesa (me imagino que sería el equivalente de un vallenato en mi país) y la animada charla de la familia (o varias charlas al tiempo, muy al estilo latino), de la cual no entendía nada, excepto cuando hablaban de números o decían “farang”, que significa extranjero occidental, osea yo, lo que dijeron muchísimas veces a lo largo de la conversación. De todas formas parecía normal para ellos que la farang estuviera sentada ayudando como parte de la familia o si estaban extrañados, no lo noté. Pensé en ese momento que si esa situación estuviera pasando en mi casa, hubiera habido algo de resistencia para que “la visita” estuviera ayudando y mi mamá hubiera dicho: “No mijita, siéntese aquí tranquila. ¿Qué le ofrezco? Rubby, sírvale un tinto a su amiga”. A pesar de estar en un ambiente extraño, sin entender una palabra de lo que decían y en esta situación tan íntima para la familia, sin ser yo parte de ésta, no me sentí para nada incómoda, es más, me sentí bienvenida y acogida y así estuvieran hablando de mí, no se percibía que estuvieran diciendo nada malo.

La cocina se fue llenando poco a poco de más tías, primos y vecinos y el que llegaba, empezaba a ayudar en algo. Antes de las 11:00 am debíamos estar en el templo, ya que esa es la hora en la que almuerzan los monjecitos. Al llegar, empezaron a acomodar las esteras en dos espacios cubiertos, una señora que no había visto en la casa ayudaba a servir, otros pasábamos la comida y otros la iban organizando en el centro de las esteras, a lo largo de todo el espacio, para que todo estuviera listo cuando salieran los monjes y compañía.

De pronto empezaron a aparecer tímidamente algunos niños, vestidos en hábitos (en realidad no son hábitos como los conocemos nosotros, sino tela enrrollada) anaranjados, apareciendo detrás de ellos el resto del “batallón”, en absoluto silencio, con la tranquilidad y seriedad que caracteriza a los monjes en Tailandia. Se fueron acomodando en las esteras, distribuyéndose en los dos espacios, frente a la comida. Cuando uno de los monjes habló, los demás giraron, quedando de frente a la familia, la cual estaba sentada (o medio arrodillada, similar a la posición de la Sirenita de Copenhagen) a un costado del lugar. Una de las tías me llevó hasta allí y resulté sentada frente a ellos, como parte de la familia, pero sin saber qué hacer, me limité, de nuevo, a imitar lo que hacía el resto. Uno de los monjes pedía por el alma de la abuela, por el bienestar de la familia, bendiciéndolos, segido por las bendiciones de los demás monjes en coro (eso me lo explicaría Kob después). Luego cada miembro de la familia tenía un plato con alguno de los alimentos, repitieron algo, lo pusieron al frente e inclinaban la cabeza hasta tocar el piso con la frente, y las manos juntas, en posición de “Amén”, se separaban para tocar el piso al mismo tiempo que la frente, haciéndo eso tres veces seguidas (ya lo había visto en otros templos).
Así terminó la ofrenda, los monjes y los niños empezaron a comer y nosotros nos retiramos, esperando a que terminaran, para después limpiar el lugar.

Después de comerme dos platos grandes de un delicioso postre hecho con diferentes tipos de gelatina, melón, coco y leche de coco (excusa perfecta para no comer el resto de comida que estaba picantísima) , Kob y yo decidimos iniciar el recorrido de la ciudad. Visitamos la pagoda de nueve pisos, la cual se encontraba al frente del templo en el que estábamos. Desde el piso noveno, se puede apreciar toda la ciudad y al llegar a este piso, lo primero que se encuentra es un altar pequeño con un recipiente transparente que contiene parte de los huesos de Buda, sólo se pueden ver diminutos pedazos de hueso (algo similar a la arena gruesa de algunas playas). Los huesos de Buda se encuentran distribuídos en numerosos templos en India y Tailandia, lo que me lleva a preguntarme si “Lord Buddha” era muy grande o si con sus huesos sucedió algo similar a la “multiplicación de los peces”.

En la tarde visitamos el mercado, lugar que siempre me sorprende en cualquier ciudad. En este caso encontré, al lado de los pescados (que sin duda estaban frescos: aún respiraban), lindas ranas, peladas y acostadas boca arriba, de más o menos 20 cms., algunas aún respiraban. Mientras tomaba fotos, me transporte a muchos años atrás (bueno, ni tantos) al salón de mi colegio, no recuerdo en qué año fue, en donde realizamos la disección de ranas y palomas, sólo que las ranas de ese entonces eran más pequeñas y no planeábamos comérnolas, lo cual sería el destino de las que veía en ese momento.

Más adelante encontramos una de las cosas que estaba buscando: insectos fritos, “delikatesen” tailandesa. Esta vendedora sólo tenía dos o tres tipos de insectos, algunos en pasta (pasta de insecto, muy nutritiva). No eran suficientes, necesitaba encontrar mayor cantidad y variedad de este exquisito alimento, así que continuamos recorriendo ese mercado y pasamos a otro, no muy lejos de allí. Encontramos un local con muchos insectos bastante frescos (los acababan de fritar), en el mostrario había larvas, algo similar a cucarachas, pero más planas y saltamontes de diferentes tamaños. La vendedora no resultó muy amable y no me dejó tomar muchas fotos, renegó por un buen rato y Kob no me quiso traducir lo que ella dijo (imagino que sería algo como: “Estos farang que vienen a criticar nuestras costumbres alimenticias, no voy a dejar que se burlen de este alimento tan nutritivo”), pero la dejo de mal humor por un buen rato. Afortunadamente al día siguiente encontré otro lugar con mayor variedad de insectos y los dueños de éste muy simpáticos y sonrientes (características tailandesas) nos mostraron orgullosos los productos ofrecidos: saltamontes, hormigas verdes, larvas, lombrices, cucarrones negros. Las hormigas sabían un poco diferente a nuestras hormigas culonas, producto de Santander (Colombia), menos crugientes y no tan saladas; las lombrices no sabían tan mal, aunque dejaban un sabor agrio al final. Los saltamontes ya los había probado en otra ocasión tampoco saben mal y las larvas no las quise probar (no tengo muy buenas referencias al respecto). Si quieren antojarse, vean las fotos.

Al llegar a la casa al final de la tarde nos reunimos con el resto de la familia en el lugar más acogedor: la cocina. No sólo estaban preparando la comida de esa noche, sino parte de la comida que la tía vendería al día siguiente, en un pequeño local móvil en la avenida más cercana. Ayudé a preparar uno de los postres, cuya base es leche de coco dulce, con unas bolitas de colores flotando en esta. Esas bolitas se hacen con tubérculos cocinados y harina, hasta formar una masa con la consistencia de plastilina, de donde se hacen dichas bolitas, bastante divertido. Al día siguiente lo probé y resultó siendo un postre delicioso (tal vez por lo que no me había bañado las manos antes de amasar).

Llegó la hora de la comida (cena), nos sentamos en esteras que Kob había organizado con anterioridad. El tío trajo un valde grueso metálico, que contenía carbones ardiendo, encima colocaron una especie de olla – sartén, para hacer asado (bbq), en donde colocaron pedazos de carne de cerdo con piel (chicharrón) y pollo. Las carnes las roceaban con una caldo de vegetales, al caldo que quedaba en el borde de la olla le agregaban vegetales, champiñones y noodles (pasta). El picante estaba aparte y lo agregaba cada uno a su gusto, lo que resultó una opción perfecta para mí y con seguridad ellos escogieron esta comida pensando en lo mismo. Fotos relacionadas.

1 Comentario(s):

  • At 8:51 p. m., Anonymous Anónimo said…

    Pues simplemente del putas, eso sí que es meterse en la cultura. Y encima debes estar aprendiendo mil secretos de cocina, que bueno.

    Extraño que no hayan opuesto resistencia a tu ayuda, seguro les dio pena y pensarían que en tu cultura eso es normal. Mejor dicho: seguramente no supieron que hacer o a lo mejor es que allá eso de que la visita llegue a cocinar es normal, supongo.

    La otra es que con un almuerzo para un batallón cualquier ayuda sirve. Y está muy buena la estrategia de los monjes para sostenerse: almuerzan a domicilio y con chinitos a bordo a cambio de una rezadita.

     

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