UN VUELTO LARGO

El Mundo Al Vuelo (reencauchado... un poco más detallado -y menos aburrido-). Tailandia, Laos, Vietnam, Camboya, Singapur, España (oops, una de estas cosas, no es como las otras)

26 junio 2007

Vietnam y Yo, segunda parte

Continuación de Vietnam y yo

Al día siguiente viajé a Ho Chi Min (Saigón), en un vuelo de más o menos una hora. Al llegar me estaba esperando Huong, que estaba encargada de recibirme, llevarme al hotel y coordinar las entrevistas. Era su primer día de trabajo, muy tímida y nerviosa, por su apariencia de alguna forma me recordó a “Betty La Fea” (no estoy diciendo que fuera fea, me refiero a la actitud y a las gafas), aunque no tan lista. Llegamos al hotel, el Liberty 4 e inmediatamente supe que mis días de VIP habían terminado, pase de 5 estrellas a 3, aunque parecía de 2. El cuarto que me asignaron era basante oscuro, sin tina, sin vista bonita, tan diferente al de la noche anterior; similar al que tendría si yo fuera la que lo estuviera pagando. Dicen que lo que sube como palma, cae como coco, ¿a eso se referiría el que lo dijo?

Pero bueno, nada que hacer. Decidí tener allí tendría el resto de mis entrevistasy así poder trabajar un poco entre una entrevista y otra; nunca habían entrado tantos hombres a mi cuarto, uno a uno, en un mismo día; los del hotel quedarían impresionados.

Como dije anteriormente, aparte de hacer entrevistas, estaría inspeccionando restaurantes. Huong dijo que me llevaría a comer (cenar) en un bote por el río Saigón, imaginé que era el Bonsai, que es el que ofrecemos a nuestros clientes. Al llegar al puerto me di cuenta que no, no era ni parecido, no era un barco turístico, sino un barco bastante local. Y eso no tiene nada de malo, sólo que no era lo que esperaba y estaba muy cansada de todo el viaje y quería un poco de lujo en lugar de la experiencia cultural que tendría (sé que sueno terrible, pero estoy siendo sincera). Subimos a bordo del My Canh River Cruise, decorado por dentro y por fuera con luces de neon y otras que quieren ser luces de neon cuando crezcan: unas mangueritas de colores con luces por dentro. Y luces navideñas, muchas luces navideñas. Sillas y mesas de cafetería, las últimas cubiertas con mantel de plástico y decoración china colgando de diferentes partes del barco.

La velada estaba amenizada por cantantes vietnamitas, cantando en vietnamita, baladas vietnamitas, a las que el resto del barco les hacía el coro. Una señora que quería ser cantante a los 20 años y, finalmente, 25 años después le dieron la oportunidad y lo hacía con mucho entusiasmo; seguida por otra cantante más jóven, tal vez su hija, muy bien alimentada, vistiendo una minifalda de jean ajustada y decorada con lentejuelas. Había una familia grande celebrando un cumpleaños o un aniversario, todos con la pinta dominguera. Estando en un país tan diferente y sin entender el idioma, encontré muchas similitudes con una fiesta familiar en mi país (no necesariamente una fiesta de mi familia): se veía el tío borracho cantando todas las canciones y abrazando al que se le acercara; el primo borracho que no para de bailar y la sobrina linda que se pavoneaba por todas las mesas sonriendo. Las abuelitas con sus hermanas y como tres o cuatro generaciones ocupaban dos mesas grandes: “Muy rica la niña, muy lindo el ponqué (pastel, bizcocho, torta)”.

La comida no estaba tan rica y lo peor es que tuve que pagar (en los ultimos dias se me habia olvidado lo que era eso). Bonita la experiencia de estar paseando mientras cenabamos por el río Saigón, pero sentía que sería más bonita desde el barco grande que pasaba por el lado, en donde los meseros estaban vestidos de marinos, las mesas tenían mantel de tela y copas de vino, aunque, muy seguramente, la experiencia no sería tan vietnamita como la que yo estaba experimentando. Estaba anonadada con lo que estaba viviendo, al ver que no era lo que esperaba y mientras tanto Huong tratando de hacer conversación, con un inglés muy básico, yo no me encontraba en mi mejor momento, mi botón de la simpatía lo tenia apagado; así que no lo logró. Hubo un momento en el que la vi triste y trate de hablar, pero tampoco era mucho lo que se pudiera decir. Fue la hora más eterna que tuve en esos días.

Generalmente hubiera disfrutado mucho más una experiencia así, pero tenía una mezcla de sentimientos: por un lado fue divertido estar en una celebración popular vietnamita, pero por otro lado, tenía mucha frustración porque no pude llevar a cabo todo lo que debía hacer, gracias a la falta de planeación de mi oficina en Vietnam durante todo el viaje y terminando con este día. Finalmente Huong no pasó de su primer día de trabajo y no por su timidez o porque sus esfuerzos no fueron valorados, simplemente no tenía suficiente experiencia para ser nuestra representante en el sur. Me sentí mal por eso, pero así son los negocios.

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